Nuestra santisima Madre siempre intercede por nosostros

Hoy, en este Segundo Domingo del Tiempo Ordinario, escuchamos el conocido relato Evangélico de las Bodas de Caná, donde Jesús realiza su primer milagro público al convertir el agua en vino. Este evento marca el comienzo de su ministerio público y revela su poder divino y compasión.

La escena es una alegre fiesta de bodas en el pequeño pueblo de Caná con amigos, familiares y comunidad. Sin embargo, surge un problema; el vino se acaba. En el contexto de la cultura judía, esto podía traer mucha vergüenza y deshonor a los anfitriones. Desafortunadamente, los novios aún no se habían dado cuenta de su inminente crisis y vergüenza.

María, la madre de Jesús, se da cuenta de la situación e intercede por ellos, sin que nadie se lo pida. María se acerca a Jesús y simplemente le dice: "Ya no tienen vino". Ella confía en la capacidad de Jesús para solucionar el problema, por eso, instruye con confianza a los sirvientes: "Hagan lo que él les diga". La fe de María y su disposición para interceder por nosotros es un poderoso ejemplo para nosotros. Ella lleva siempre nuestras necesidades a Jesús con confianza.

Aunque al principio Jesús responde: "Todavía no llega mi hora", al final responde a las peticiones de su madre. Jesús instruye a los sirvientes para que llenen seis tinajas de piedra con agua, y luego transforma milagrosamente el agua en vino. Este acto revela la autoridad divina de Jesús y su disposición para llevar a cabo la transformación y la abundancia en nuestras vidas.

La transformación del agua en vino tiene un profundo significado simbólico. Jesús ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. La abundancia y la calidad del vino significan la generosidad y la bondad del reino de Dios.

Si Jesús pudo convertir el agua ordinaria en un vino de alta calidad, también puede transformar nuestras vidas ordinarias en una vida extraordinaria de gran calidad. Dios conoce nuestras debilidades y necesidades; Él ve nuestra crisis y vergüenza incluso antes de que ocurra. Ojalá que lo invitáramos a nuestra fiesta, a nuestras vidas personales y familiares, confiando en su providencia. En Su presencia, todo se convierte en bien.

Nuestra Madre María está constantemente intercediendo por nosotros. Con sus instintos maternales, ella ve a través de nuestra alma. Ella observa nuestras necesidades y pide las gracias necesarias para nosotros. Que apreciemos su compañía en nuestra vida, sabiendo que ella tiene los oídos adecuados de su Hijo.

¡Dios es bueno, todo el tiempo!

Padre Tony Udoh MSP, Pastor de Holy Family