Como muchos de ustedes ya saben, pertenezco a una Orden Misionera llamada “Misioneros de San Pablo”, fundada en Nigeria en 1976. Con más de 350 Sacerdotes sirviendo en distintas partes del mundo, me siento profundamente bendecido de ser parte de este esfuerzo misionero de la Iglesia Universal. Después de 9 años de formación en el Seminario, fui ordenado en 2010 como Sacerdote Misionero, listo para servir donde sea necesario, en cualquier rincón del mundo. Jamás imaginé que aquel “Sí” de hace 15 años me traería hasta Las Vegas aquí en Holy Family.
Hoy celebramos el Domingo Mundial de las Misiones con el tema: “Misioneros de la Esperanza entre todos los pueblos”. En este Año Jubilar de la Esperanza, estamos llamados a ser misioneros, llevando la luz de Cristo y su esperanza a donde más se necesita. Todo bautizado está llamado y enviado a la misión. Algunos colaboran yendo físicamente, otros apoyan la misión dando de lo que tienen. Pero de alguna manera, todos debemos participar conscientemente en la misión de la Iglesia.
La Iglesia existe principalmente para evangelizar, llevando el mensaje del amor de Dios a los heridos, esperanza a los desesperados, compasión a los abandonados, alegría a los que sufren, y sobre todo, llevando la salvación de Cristo hasta los confines de la tierra. Sí, algunos pueden sentirse demasiado ocupados, poco preparados o temerosos de involucrarse en el trabajo misionero. Pero de alguna forma concreta, todos estamos llamados a ser parte de la misión de la Iglesia.
La segunda colecta de hoy es para apoyar la misión de la Iglesia, especialmente en los territorios más desafiantes. Nuestro mundo necesita esperanza, especialmente los menos privilegiados, en países en guerra, en lugares donde la gente se reúne a rezar sin techo, donde los Cristianos son perseguidos por su fe, donde los niños se acuestan con el estómago vacío. La Iglesia, tú y yo, somos su única esperanza.
Pero más allá de dar, la celebración de hoy nos invita a una conversión interior. Que valoremos lo que Dios nos ha dado: libertad religiosa, templos cómodos, bienestar material, etc., y que oremos por quienes sufren injustamente violencia y pobreza. Que seamos también misioneros de esperanza para quienes nos rodean: llevando amor y esperanza, perdón y cuidado, invitando a familiares y amigos a la salvación de Cristo.
¡Dios es bueno, todo el tiempo!
Padre Tony Udoh, MSP
Pastor de Holy Family

