Confiar en Dios is bienaventuranza

Las lecturas de hoy nos presentan dos formas contraste de la vida: una se basa en la autosuficiencia y la seguridad mundana, y la otra se basa en la plena confianza en Dios. En la vida, nos enfrentamos constantemente a estas opciones: confiar en Dios o en el mundo.

El Profeta Jeremías usa imágenes vívidas para describir dos tipos de personas. Los que confían en la fuerza humana son como un arbusto estéril en el desierto, sin vida y sin esperanza. Por el contrario, los que confían en el Señor son como árboles plantados junto a las aguas, que siempre dan fruto a pesar de las dificultades

Este mismo contraste se repite en el Evangelio, donde Jesús presenta las Bienaventuranzas y ¡A! Las Bienaventuranzas bendicen a los pobres, a los hambrientos, a los afligidos y a los perseguidos, mientras que los ¡Hay de ustedes! advierte a los ricos, satisfechos y los que tienen consuelo. A primera vista, esto puede parecer desconcertante: ¿Por qué Jesús bendeciría el sufrimiento y advertiría contra la prosperidad?

Jesús no está diciendo que ser rico, exitoso o feliz sea malo, sino que aquellos que dependen del éxito mundano para su seguridad pueden perder de vista su dependencia de Dios. La riqueza, la comodidad y la alabanza mundana pueden volvernos complacientes, mientras que las pruebas a menudo nos acercan más a Dios.

Los "pobres" en el Evangelio no son necesariamente los materialmente pobres, sino aquellos que reconocen su necesidad de Dios. Son como el árbol, según Jeremías, que está arraigado en la fe, capaz de resistir las estaciones secas de la vida.

Confiemos en Dios, no en la riqueza ni en el poder. El dinero y el estatus pueden desaparecer, pero Dios permanece fiel. Abracemos la humildad y la generosidad. En lugar de buscar siempre consuelo y alabanza, debemos tender la mano a los necesitados. Encontremos gozo en el sufrimiento por causa de la justicia. Puede que el mundo no entienda nuestra fe, pero nuestra recompensa está en el cielo.

La verdadera bienaventuranza no se encuentra en el éxito terrenal material, sino en una relación profunda y duradera con Dios. Jesús nos invita a examinar dónde depositamos nuestra confianza. ¿Estamos arraigados en las riquezas efímeras del mundo o en el amor eterno de Dios? Que elijamos ser como el árbol plantado junto a las aguas, encontrando nuestra fuerza en Él, para que podamos dar fruto en todas las estaciones de la vida. Amén.

¡Dios es bueno, todo el tiempo!

Padre Tony Udoh, MSP,

Pastor de Holy Family